
Ciclo de la materia y flujo de la energía
Así dice Dios, el Señor, el que creó y desplegó los cielos; el que expandió la tierra y todo lo que ella produce; el que da aliento al pueblo que la habita, y vida a los que en ella se mueven. Isaías 42:5, versión NVI online.
En la obra creadora de Dios nada tendría sentido si no existieran la materia y la energía. Piensa en los animales, las plantas, las algas, los microorganismos, los hongos… Todos poseen características que los diferencian, pero todos comparten la energía vital y todos son materia orgánica. Además, existe la materia inorgánica. Entonces, tenemos:
Las plantas y las algas se encargan de transformar la materia inorgánica en materia orgánica, mediante el proceso de la fotosíntesis. Ellas utilizan la energía lumínica del sol, el agua y las sales.
Cuando las abejas liban el néctar de las flores, las arañas ingieren los insectos que atrapan con su tela, las ovejas se nutren de la hierba tierna, o algún ser humano come una manzana, sucede esencialmente lo mismo entre la energía y la materia. Todos somos consumidores de la energía que nos proveen los alimentos.
Pero, ¿qué ocurre con la energía al pasar por diferentes individuos y especies?
Los nutrientes circulan por el sistema impulsados por la acción de la fotosíntesis y vuelven a reciclarse gracias a la acción de los descomponedores. De esta manera, la materia pasa de inorgánica a orgánica, y nuevamente a inorgánica, conformándose el ciclo de la materia y demostrando el poder creador de un Dios de organización y cuidado.
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